Tu pelo siempre es el musgo suave
que se desliza en mis dedos como la arena de una playa.
Me gusta que quede en mi piel alguno de tus hilos
que descubro cuando ya te has ido.
En tus ojos veo las cosas que no me dices
el secreto de la vida, el misterio que nos mueve
y otros mundos imaginarios.
En ellos está la grandeza del pasado
y el enigma de un futuro incierto.
Bajo un poco más y en tu boca me espera
la calidez cuando es invierno
y el frescor en el calcinante sol del verano.
Lirios voraces tus labios, ahora callados,
que me turban y me mantienen.
Me gusta naufragar en su margen húmedo
cuando están casi cerrados.
Más abajo me detengo en tus manos
allí está la historia que dibujas en tus actos
y es el hueco en que me recojo
cuando necesito un lugar seguro
que me sane del mal de vida.
Colócalas así, con la forma exacta de mi cuerpo.
En tus pies la pasión del camino que has andado.
Tu dolor y tu risa.
Y la dulzura del roce mañanero
que me hace ser quien soy ahora.
Monalisa
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