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jueves, 27 de marzo de 2014




María Kreyn


Mi manera de amarte es sencilla:
te aprieto a mí
como si hubiera un poco de justicia en mi corazón
y yo te la pudiese dar con el cuerpo.

Cuando revuelvo tus cabellos
algo hermoso se forma entre mis manos.

Y casi no sé más. Yo sólo aspiro
a estar contigo en paz y a estar en paz
con un deber desconocido
que a veces pesa también en mi corazón.

Gamoneda




lunes, 24 de marzo de 2014

Demasiado corazón



Qué extraña manera elije la vida a veces para decirnos que está ahí, que seguimos siendo.
Llora princesa, es tu más íntimo derecho, tu soledad más sonora. Es lo que ahora toca.
Pasará, como todo, pasará. Y espero ver pronto a la mujer valiente, decidida, rebelde. A la mujer rotunda y de cuerpo entero que siempre has sido. Esa mujer que ha puesto su corazón entero en todo y siempre para todos. Demasiado corazón.




La vida sigue, querida.






viernes, 21 de marzo de 2014

Cargada de futuro




Hoy, día Mundial de la Poesía: Para los que se van, para los que llegan, para los que no les es permitido llegar. Por que haya un día en que todos los países sean una casa. Por que el hombre deje de ser un lobo para el hombre. Y por que la poesía siga siendo un arma cargada de futuro, que aliente y caliente al corazón necesitado.



¿Por qué te vas tan lejos?,
me preguntó la abuela.
Tengo que trabajar, le dije.

Nosotros también nos fuimos,
igual nuestros hermanos:
ellos no volvieron.

Te vas tan joven y sola, decía,
serás extranjera.
Y señaló el mapa.

¿Por qué te vas tan lejos?,
repetía, con lo bien que estabas
aquí – coche, hipoteca, préstamo -.

Voy a buscar una vida grande, abuela.
Y la abuela me miró a los ojos,
acariciando mi cara con sus manos:

que el viaje no sea duro,
que el país sea una casa,
que los amigos te duren para siempre.

Sara Herrera Peralta en "Hay una araña en mi clavícula" 



En la prensa de hoy, ayer ya:

"Ya son 2.058.048 los españoles por el mundo".
También hoy he conocido a Manyara, y me encanta que se sienta feliz en esta, su casa.





martes, 18 de marzo de 2014

Rubáiyátas (III)




Al-Ándalus será nuestro testigo

A quien, cobardemente
y como bestia impura,
te quisiera hacer ver que no es posible,
primero le maldecirás
usando para ello las palabras
más temibles que hayan sonado
desde el sagrado Éufrates
hasta esa Córdoba que el árabe
honró con su casida
y emocionó con su destierro

y después, boreal,
untándote la voz con dátiles y miel
y con los ojos llenos de culebras dormidas,
suave, cortés, mas sin vacilación
y, en fin, como si hablaras
desde las puntas de tus pechos,
respóndele que sí, que sí es posible
esa ya antigua muerte augusta:
sufrir y consumirse y reventar de amor.

Esto dile en mi nombre
y vuélvele la espalda.


Y a nosotros que nos proteja la fortuna.




Parábola


No hay amores malditos

Hay podre      leyes      usos
error      espanto      astucia
impotencias      doma     compraventa
cobardía y calamidad

No hay amores malditos

Félix Grande




lunes, 17 de marzo de 2014

Rubáiyátas (II)






Martín, ingenuamente, suele lamentarse de no haber podido estudiar en la Universidad. A cambio, leyó con voracidad y hasta quizá con odio. La fortuna o su propio pasado le orientaron hacia los escritores más desobedientes de la Tierra. En ellos aprendió marginación y rebeldía, solitaria impaciencia y colérica compasión. El resto, casi todo, lo aprendió en las mujeres. En sus cuerpos fue descifrando la cara imposible del mundo y las señales de su propio rostro. En los cuerpos de las mujeres vio los mares y vio los siglos, la vegetación y las bestias, los astros y la fruta y la música. Sus rubáiyátas no son más que ademanes de un loco y minucioso impulso de agradecimiento solar y de incertidumbre que está pidiendo tregua: a la mujer, al cuerpo. Martín le puso nombre a la carne de hembra. Ese nombre fue patria. Su otra pasión es la grandeza enigmática de los fonemas, su indecible seña , su cósmica piedad, su jadeo. La mujer, el lenguaje: para Martín ahí está el universo. Ante una de las mujeres en que aprendió a perderse y a encontrarse con idéntica decisión debió de sentir más sorpresa y más admiración y más alivio aún que ante las otras , y acometió con ella una empresa en la que jamás había creído ni llegaría a creer: el matrimonio. A esa mujer, en los primeros tiempos la llamaba “mi doina”. Años después , es sus Apuntes la llamaba con un nombre más vasto: “mi Doina, mi mujer, mi esposa, mi compañera, mi cómplice, mi amante, mi espía, mi amiga, mi enfermera, mi verdugo, mi hermana, mi víctima, mi fortuna, mi castigo, mi prima, mi recuerdo, mi querida, mi poder, mi porvenir, mi confusión, mi confesor, mi esclava, mi libertad, mi poder, mi soberbia, mi humillación, mi orgullo, mi presunción, mi remordimiento, mi placer, mi angustia, mi acerico, mi ceiba, mi hamaca, mi cruz, mi perra, mi cárcel, mi aldaba…”. Entre esos dos bautismos, Doina y Martín fueron felices sin moderación y desdichados sin hipocresía. Martín nunca fue fiel a su mujer, si por fidelidad nos obstinamos en aludir, con mal nombre, a una fiebre de miedo y busca, a un hambre de saber y de olvido, que va borrando a las sillas de la vida, al sosiego, las puertas, las paredes, y que va escuchando sonidos y silencios del ser, de ese modo inexorable real que llamamos alucinado. Si estas palabras forman la caricia de una disculpa, tal vez sean parte de una deuda que la comprensión tiene contraída con Horacio Martín. Una comprensión de la que él mismo no logra ser muy ávido: en contra de sus propias palabras (suele decir muy a menudo que jamás se siente culpable de la errante sed de su cuerpo), lo cierto es que Martín no puede resistir el sufrimiento de los que ama: el desamor lo paraliza y lo confunde, pero el asombroso espectáculo del dolor de los otros lo asfixia y lo aterra. Creo que es esta la causa (uno de sus episodios extraconyugales se convirtió para todos los protagonistas en un tremendo megaterio de sufrimiento) por la que una mañana, cuando Doina se despertó, no lo encontró en la casa. Ni en la ciudad. Ni en el país. Era la cobardía de no poder con el dolor de Doina y el pudor de no querer mostrarle el suyo. Dos sufrimientos juntos pueden ser enriquecedores si son paralelos. Martín temió que al ser heterogéneos fueran sencillamente criminales. Arrastrando a su vida o arrastrado por ella, desapareció. Como Sartre ha escrito a propósito de Nizan: “…separado de todos y diciendo no”.


Felix Grande, en la Nota preliminar al libro de poemas “Las Rubáiyátas de Horacio Martín”

Madrid, enero 1974




domingo, 16 de marzo de 2014

Rubáiyátas (I)







Había leído algunos poemas sueltos del libro “Las Rubáiyátas de Horacio Martín”, de Félix Grande. Ahora he empezado la lectura del libro completo y me sorprende, nada más llegar, una especie de preámbulo que el autor tituló simplemente “Nota”. La he leído ya varias veces para mi disfrute. Es magistral, soberbia. Tanto, que me he sentido como si ya no hubiera nada más que leer.
Me deja herida, pobre, huérfana, sin tierra que pisar bajo mis pies y todo el peso de las distancias y el abismo sobre mi cabeza.
Un arma de vida apuntando a mis sienes.


En las épocas nefastas de su vida, un escritor puede distraer meses enteros sin hallar en los libros otra cosa que un desagradecido tedio y algunas voces inaudibles que aluden a desgracias o rebeldías que no despiertan su pasión. Son las épocas muertas - que otros llaman de transición o crisis-, tras las cuales quizá sobrevienen la renuncia o un libro verdadero, la resurrección o el suicidio, la generosidad o la pena, la mortificación o el rencor. Se recorren las páginas con un gesto de sibarita hastiado, con la inmensa pobreza de estar harto de las palabras. En un momento dado, esas páginas pueden ser las de un texto llamado Vidas imaginarias. Y ante ellas, el escritor casi desvanecido puede sentir de pronto que su hastío retrocede, desaparece. Vuelve a leer una frase, varias veces, con una siniestra gratitud. Y cierra el libro, fuma, camina por el cuarto, comienza a usar de nuevo su inteligencia y su dolor. Y ya no necesita, quizá no necesitará jamás, leer otra vez esas palabras: quedan en la memoria, han quedado en su ser. ¿Qué dicen o qué braman esos signos? Y en todo su cuerpo sintió un pueblo invisible y discorde, ávido de separación. Cuando Marcel Schwob me abrió ese tragaluz de saber, pensé, con emoción, en  algunos de cuantos se vieron compulsados a desgajarse en heterónimos - tal vez para sobrevivir: Pessoa, Machado, Onetti. El primero bautizó sus despojos y los denominó heterónimos. Machado, más paciente, les llamó los complementarios. Onetti mató a Larsen en las afueras de Santa María, pero sabemos que anda desvelado a causa de su ausencia y reflexionando en la manera de resucitarlo. En cuanto a mí, discípulo de esos creadores gigantescos, ¿cómo habría de saber qué va a ocurrir con Horacio Martín?

“Un individuo -ha escrito con acierto Nivaria Tejera- se compone de muchos desconocidos”.


Felix Grande, en la Nota preliminar al libro de poemas “Las Rubáiyátas de Horacio Martín”

Madrid, enero 1974




martes, 11 de marzo de 2014

De vida





Cuando la tarde es ancha
y la hondura de las horas
nos hace extranjeros en cualquier parte
es el lugar del tiempo donde
amo tu cuerpo de desfiladero
profundo
Tu desobediencia
debida
De vida

Tu ser
el espejo donde me miro
el rostro donde me aprendo
me aprehendo
Los mares del Sur
de mi aventura
debida
De vida


Monalisa




sábado, 8 de marzo de 2014

En el día de la Mujer






LAS MUJERES DE MI PAÍS


Las mujeres de mi país,
una misma luz fortalece sus cuerpos
una misma sombra los sosiega,
gratamente elegíacamente en sus metamorfosis.
Un mismo dolor agrieta sus labios
y sus ojos están engarzados por un único orfebre.
Vosotras,
que apaciguáis la montaña,
que hacéis creer al hombre que es un hombre,
a la ceniza que es fértil,
al paisaje que es inmutable.
Las mujeres de mi país,
vosotras, que en el caos encontráis lo eterno.


Nadia Tuéni- Líbano

Traducción : María Germaná Matta


Lo publica Ana Muela Sopeña e su blog: Poesía de mujeres





viernes, 7 de marzo de 2014

Confesiones de una intransigente VII


Klimt

Paseo por las calles
veo los árboles desnudos
del invierno y pienso
que ya empuja la primavera
por su sangre
para que renazcan
verdes las yemas en cada rama
Darán vida y calentarán
las almas de los ojos
que miren y sepan ver

Y pienso, también, si
algo dentro de mí
de la misma forma
estará cambiando

Y siento que no
Aún no
No

¿Será que estoy fuera del mundo?

Monalisa




jueves, 6 de marzo de 2014

Y también Panero


Pudiera ser que a los Novísimos no les gustara irse solos.


Leopoldo María Panero


DESEO DE SER PIEL ROJA

La llanura infinita y el cielo su reflejo.
Deseo de ser piel roja.
A las ciudades sin aire llega a veces sin ruido
el relincho de un onagro o el trotar de un bisonte.
Deseo de ser piel roja.
Sitting Bull ha muerto: no hay tambores
que anuncien su llegada a las Grandes Praderas.
Deseo de ser piel roja.
El caballo de hierro cruza ahora sin miedo
desiertos abrasados de silencio.
Deseo de ser piel roja.
Sitting Bull ha muerto y no hay tambores
para hacerlo volver desde el reino de las sombras.
Deseo de ser piel roja.
Cruzó un último jinete la infinita
llanura, dejó tras de sí vana
polvareda, que luego se deshizo en el viento.
Deseo de ser piel roja.
En la Reservación no anida
serpiente cascabel, sino abandono.
DESEO DE SER PIEL ROJA.
(Sitting Bull ha muerto, los tambores
lo gritan sin esperar respuesta. )

Leopoldo María Panero




lunes, 3 de marzo de 2014

panal de miel


Kuilli Sparre

(…)
Va quedando lejano
el mundo que existía antes de conocerte
y va naciendo un nido de palabras y besos,
un nido tembloroso de miedo y esperanza
donde a veces me siento retozando entre trinos,
y otras veces me asusto,
abro los ojos y me quedo quieta,
pensando en este panal de miel
que estamos explorando,
como un hermoso, hipnotizante laberinto,
donde no hay piedritas blancas,
ni mágicos hilos
que nos enseñen el camino de regreso.

Gioconda Belli 





sábado, 1 de marzo de 2014

Y también Ana María Moix




Se fue ayer, caminito abajo, Ana María Moix. Poeta catalana y la única mujer recogida en los "Nueve Novísimos".



     Lo descubrí con la frente apoyada en el escaparate de la pastelería y en los ojos blancos, increíbles, le reconocí: Era Dios y estuve a punto de decírselo: Te ves más viejo desde la última vez. Pero me pareció tan triste que hice como si no le conociera.

(***)

     Me gustaría estar con todos en todas partes escuchando una bella melodía: que hay que vivir, amigos, que hay que vivir, aunque sea cierto que morimos en un banco del paseo una tarde de invierno, con el corazón encogido, intentando aprender a pronunciar la palabra amor.

(***)

     Partieron muchos barcos aquel año. En la playa quedaron algunos cascos de botella sin mensaje y un plano muy completo del lugar donde empieza la aventura. A golpes de ola fui recobrando la memoria y tuve ganas de llorar sobre la arena, como si en aquel último barco hubiera partido alguien muy importante para mí. Si hubiera nevado sobre la playa y me hubiera sido imposible regresar a las ciudades, sabría ahora por qué es temible el mar, y a quién pertenecía el pañuelo blanco que flotaba en los océanos cuando el trasatlántico entraba en aguas internacionales y alguien, en cubierta, me recordaba quizás en jazz-band.
     Empecé a ver elefantes de color de rosa bailando sobre olas, como las pesadillas de los alcohólicos que tiemblan ante un vaso de cerveza y beben para ahogar sus penas. Y fue entonces cuando muy despacio caminé hacia la orilla y me alcanzó el mar.


Ana María Moix en "Baladas del dulce Jim"