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martes, 21 de junio de 2011

la herida

Confieso que [no sé si he vivido] siento, desde siempre, una marcada debilidad por los artistas marginales, los proscritos, los malditos.
Se ha dado en llamar así a aquellos que no han seguido el conocimiento, ni el pensamiento, ni la estética heredados e impuestos. O al menos no lo han seguido del todo, ya que es difícil, casi imposible, saltar por encima de ese lastre.
Leo ahora los poemas de Chantal Maillard, publicados por Tusquets en su coleción "Marginales" (Nuevos textos sagrados). Y esa marginalidad desheredada me sigue gustando.


Fantin Latour


25

Y ahora, cuando estamos a punto de acabar,
tal vez usted pueda decirme
por qué se queda a oscuras la ciudad
cuando el sol cae oblicuo
como una lanza,
                         y es verano.


26

Mejor no diga nada.
Sería inútil. Ya ha pasado.
Fue una chispa, un instante. Aconteció.
Yo acontecí en ese instante.
Puede que usted también lo hiciera.
Suele ocurrir con los poemas:
terminan condensándose las formas
en nuestros ojos como el vaho
sobre un cristal helado;
las formas, con su herida.
Pues quien construye el texto
elige el tono, el escarnio,
dispone perspectivas, inventa personajes,
propone sus encuentros, les dicta los impulsos, 
pero la herida no, la herida nos precede,
no inventamos la herida, venimos
a ella y la reconocemos.

Chantal Maillard en "Matar a Platón"




"Y en ese instante está el universo entero."

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