(...)
Me agarraba a los bordes de mi herida. Mis uñas son aún mi salvación. No caer. Resistir contra aquella asamblea, contra Europa y sus palaciegos emisarios, contra el siglo y sus cristales fronterizos. contra mis habitantes infecciosos, contra la pústula internacional, contra la mueca nuclear, resistir. Resistir esas agresiones, ese Merlín apóstata que transforma el pasado en herida, el presente en herida, el futuro en una colosal carcajada de loco. Colosalmente resistir, como un interrogado. Resistir: una elección, la única.
Luego vino el fracaso de los médicos, el fracaso del desenfreno, el fracaso de la esperanza: mi libertad crecía como otra deuda, infinitesimal y celular. Todo era libertad y desgracia. Vomité un juramento increíble y entonces, sólo entonces, pedí a gritos socorro a las palabras.
Pues, danzarines espúreos, genuflexos, abominables, ¿qué imaginabais que fuera un poeta?
Felix Grande en "Puedo escribir los versos más tristes esta noche" de Baterbly Editores
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