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sábado, 3 de octubre de 2015

LABERINTO






Condenada a ser sombra de tu sombra,
a soñar con tu nombre en cada madrugada.
Por la ventana abierta un olor errabundo
de vida -¿y tú en qué calle?-
un temblor en la luz,
el llanto de algún niño.

Y tus ojos cerrados,
o tus ojos abiertos como dos golondrinas,
y tu mano en el agua o tu mano en tu pelo
o tu mano en el aire con su triste blandura,
-¿y en qué calle tus pasos?-
y yo en sueños atada al hilo de tus sueños,
condenada a ser sombra de tu sombra,
a soñar con tu nombre en cada madrugada.

Piedad Bonnett



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