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domingo, 2 de diciembre de 2012






Os presento a Claus y Lucas, dos hermanos gemelos protagonistas de la novela que estoy leyendo (tres en una) de Agota Kristof. Con un estilo seco, duro… durísimo, directo y descarnado. Sin florituras ni metáforas, nos describe una realidad desoladora. La propia autora dijo: “No puedo volver a leer mis libros, porque me hieren de verdad”. No he terminado de leerlo, lo empecé no hace mucho, pero ya sé que Claus y Lucas se quedarán conmigo para siempre, como otros tantos personajes de ficción que me han marcado y que no podré olvidar.

Un capítulo del libro:


Ejercicio de endurecimiento del espíritu

"La abuela nos dice:
-¡Hijos de perra!
La gente nos dice:
-¡Hijos de bruja! ¡Hijos de puta!
Otros nos dicen:
-¡Imbéciles! ¡Golfos! ¡Mocosos! ¡Burros! ¡Marranos! ¡Puercos! ¡Gamberros! ¡Simbergüenzas! ¡Pequeños granujas! ¡Delincuentes! ¡Criminales!
Cuando oímos esas palabras se nos pone la cara roja, nos zumban los oídos, nos escuecen los ojos y nos tiemblan las rodillas.
No queremos ponernos rojos, ni temblar. Queremos acostumbrarnos a los insultos y a las palabras que hieren.
Nos instalamos en la mesa de la cocina, uno frente al otro, y mirándonos a los ojos, nos decimos palabras cada vez más y más atroces.
Uno:
-¡Cabrón! ¡Tontolculo!
El otro:
-¡Maricón! ¡Hijoputa!
Y continuamos así hasta que las palabras ya no nos entran en el cerebro, ni nos entran siquiera en las orejas.
De ese modo nos ejercitamos una media hora al día más o menos, y después vamos a pasear por las calles.
Nos las arreglamos para que la gente nos insulte y constatamos que al fin hemos conseguido permanecer indiferentes.
Pero están también las palabras antiguas.
Nuestra madre nos decía:
-¡Queridos míos! ¡Mis amorcitos! ¡Mi vida! ¡Mis pequeñines adorados!
Cuando nos acordamos de esas palabras, los ojos se nos llenan de lágrimas.
Esas palabras las tenemos que olvidar, porque ahora ya nadie nos dice palabras semejantes, y porque el recuerdo que tenemos es una carga demasiado pesada para soportarla.
Entonces volvemos a empezar nuestro ejercicio de otra manera.
Decimos:
-¡Queridos míos! ¡Mis amorcitos! Yo os quiero… No os abandonaré nunca… Sólo os querré a vosotros… Siempre… Sois toda mi vida…
A fuerza de repetirlas, las palabras van perdiendo poco a poco su significado, y el dolor que llevan consigo se atenúa."


*Gracias a Alejandro Palomas por sus sugerencias literarias, nunca me defraudan.


2 comentarios:

  1. No tiene pérdida, estos tres libros en uno son para disfrutarlos. Algo diferente a lo que nos acostumbraron.

    Va bien que difundas. Agota es grande.

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  2. Uf que libro más bueno, pero que duro..
    Me encanta esta autora, lástima que escribió tan poquito

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