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viernes, 27 de julio de 2012

Día laborable

Hago un paréntesis en la serie (que preveo excesivamente larga) para dejar aquí este relato que leí anoche.



Las cinco y media de la mañana. Suena el despertador.
Me levanto, me quito el vestido, lo pongo sobre la almohada, me pongo el pijama, voy a la cocina, me meto en la bañera, cojo la toalla, me lavo la cara con ella, cojo el peine, me seco con él, cojo el cepillo de dientes, me peino con él, cojo la esponja del baño, me cepillo los dientes con ella. Luego voy al cuarto de baño, me como una rebanada de té y bebo una taza de pan.
Me quito el reloj de pulsera y los anillos.
Me quito los zapatos.
Me dirijo a la escalera y abro la puerta del apartamento.
Cojo el ascensor del quinto piso hasta el primero.
Luego subo nueve peldaños y estoy en la calle. En la tienda de ultramarinos me compro un periódico, luego camino hasta la parada de tranvía y me compro unos bollos, y al llegar al quiosco de periódicos me subo al tranvía.
Me bajo tres paradas antes de subir.
Le devuelvo el saludo al portero, que me saluda luego y piensa que otra vez es lunes y otra vez se ha acabado la semana.
Entro en la oficina, digo adiós, cuelgo mi chaqueta en el escritorio, me siento en el perchero y empiezo a trabajar. Trabajo ocho horas.

Herta Müller en “En Tierras Bajas”




2 comentarios:

  1. Queti, de quién es el cuadro?

    Oye, no me digas que vas a cortar ahora los cuadro de Rothko?

    Estaba esperando la traca final.
    Un besote.

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    Respuestas
    1. Esperaba que alguien me dijese de quién es el cuadro. Lo vi hace tiempo y me gustó, pero no he podido averiguar de quién es. Pensé que a este escrito le iba como anillo al dedo.
      Y no, no voy a interrumpir la serie de Rothko, sigo con ella

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