Historias de cronopios y de famas (y de esperanzas)
Viajes
Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al
pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua
cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las
alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los
muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus
valijas. El tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de
guardia y sus especialidades.
Terminadas
estas diligencias, los viajeros se reúnen en la plaza mayor de la ciudad, se
comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero
antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de Alegría de los famas.
Cuando los
cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han
marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran
precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: “La
hermosa ciudad, la hermosísima ciudad”. Y sueñan toda la noche que en la ciudad
hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan
contentísimos, y así es como viajan los cronopios.
Las
esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son
como las estatuas que hay que ir a ver porque ellas no se molestan.
Conservación de recuerdos
Los famas para conservar sus recuerdos proceden a
embalsamarlos en la siguiente forma: Luego de fijado el recuerdo con pelos y
señales, lo envuelven de pies a cabeza en una sábana negra y lo colocan parado
contra la pared de la sala, con un cartelito que dice: “Excursión a Quilmes”,
o: “Fran Sinatra”.
Los
cronopios, en cambio, esos seres desordenados y tibios, dejan los recuerdos
sueltos por la casa, entre alegres gritos, y ellos andan por el medio y cuando
pasa corriendo uno, lo acarician con suavidad y le dicen: “No vayas a
lastimarte”, y también: “Cuidado con los escalones”. Es por eso que las casas
de los famas son ordenadas y silenciosas, mientras en las de los cronopios hay
gran bulla y puertas que golpean. Los vecinos se quejan siempre de los
cronopios, y los famas mueven la cabeza comprensivamente y van a ver si las
etiquetas están todas en su sitio.
Sus historias naturales
Flor y cronopio
Un cronopio
encuentra una flor solitaria en medio de los campos. Primero la va a arrancar,
pero piensa
que es una crueldad inútil
y se pone de
rodillas a su lado y juega alegremente con la flor, a saber: le acaricia los
pétalos, la sopla para que baile, zumba como una abeja, huele su perfume, y
finalmente se acuesta debajo de la flor y se duerme envuelto en una gran paz.
La flor
piensa: “Es como una flor”.
Tortugas y cronopios
Ahora pasa
que las tortugas son grandes admiradoras de la velocidad, como es natural.
Las
esperanzas lo saben, y no se preocupan.
Los famas lo
saben, y se burlan.
Los cronopios
lo saben, y cada vez que encuentran una tortuga, sacan la caja de tizas de
colores y sobre la redonda pizarra de la tortuga dibujan una golondrina.
Julio Cortázar
Hoy Cortázar
debería cumplir 99 años, así que he pasado el día entero con él. He recogido
aquí algunas de las “historias de cronopios y de famas” que tenía marcadas
desde la primera vez que lo leí (hace ya tantos años). A la espera estoy de la
edición conmemorativa del cincuentenario de RAYUELA que volveré a leer, no sé
ya si por tercera o cuarta vez.
Porque, SÍ, creo que soy un cronopio. Y fuera llueve a gritos.
Porque, SÍ, creo que soy un cronopio. Y fuera llueve a gritos.
Es más auténtico ser cronopio. No cabe duda alguna. Cuando leía el texto, pensaba igual que tú.
ResponderEliminarMe alegro que te parezca que eres cronopio. Yo también lo creo... (de ambos digo)
Naturaros y cronopísimos, saludos cordialísimos.
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Saludos y gracias, cronopio Rafa él
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