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viernes, 7 de enero de 2011

Brújula sin norte




Durante los días de su infancia, el hijo del campesino soñó con la inmensidad azul del agua. Había descubierto el mar en los ojos de un viejo que murió en la montaña, a la sombra de pájaros silvestres. La piel del antiguo marinero tenía un olor salobre y arrastraba un viento húmedo y violeta cuando cruzaba el atardecer en dirección opuesta a los océanos.
Cada mañana el viaje era una urgencia, pero el hijo del campesino posponía la partida y el mar iba llenándose de asombros, de misterios posibles. Los huesos del viejo marinero eran su brújula sin norte. Cuando creyó encontrar la ruta hacia la costa le faltaban los dientes, ya no estaba en el aire ese olor salitroso que agitaba su sangre, quiso volver sobre las viejas canciones marineras y no encontró los versos, las tormentas, los amores perdidos, la distancia.

Waldo Leyva

2 comentarios:

  1. Me gusta tu entrada.Las cosas no se pueden dejar para luego, hay que ir a por lo que quieres aunque las cosas no vayan como tú pensabas. Un abrazo

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  2. "Si ya no estoy cuando resulte todo,
    cuando el tiempo en que vivo ya no exista,
    cuando otros se pregunten si la vida
    es el triunfo del hombre, o es tan solo
    un perenne comienzo, un grito sordo,
    un rasguño en la piedra, la porfía
    inútil del abismo, pues la cima
    puede llamarse altura porque hay fondo.
    Cuando todo resulte sólo quiero
    que alguien recuerde que al fuego puse
    mi corazón, el único que tuve,
    que yo también fui un hombre de mi tiempo,
    que dudé, que confié, que tuve miedo,
    y defendí mi sueño como pude"


    Asonancia del Tiempo/Waldo Leyva


    Un abrazo

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