De la mujer que amo he aprendido
la canción del silencio. Ahora sé
lo que tú me decías sin palabras.
Tacto febril, amor, cuando en la noche
conversas con mi piel, cuando apareces
brotando entre los cuerpos cotidianos,
deshaciéndote en golpes,
no dejes, no, que las primeras luces
empañen mi contorno,
que la palabra rompa este momento
de comprensión total.
Tacto feliz,
prosigue, te esperaba.
José Agustín Goytisolo
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