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Oh dulce espontánea
tierra
Cuántas veces
te han hurgado y herido
los vetustos dedos
de filósofos lascivos
Cuántas veces el pulgar arrogante de la ciencia
ha escrutado tu belleza
Cuántas veces las religiones
te han puesto en sus huesudas rodillas
y golpeado y exprimido
para hacerte parir dioses
Pero fiel al incomparable lecho de la muerte
(tu rítmico amante)
tú les respondías
sólo con
la primavera
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Quizás no sea siempre así; y yo digo
que si tus labios, que he amado tanto,
tocaran los de otro, y tus fuertes y queridos dedos
se aferraran a su corazón,
como al mío, en un tiempo muy lejano;
si en el rostro de otro tu dulce cabello reposara
en un silencio como el que yo conozco,
o en pomposas y enardecidas palabras
como las que, proferidas con énfasis,
se alzan inermes ante el espíritu acosado;
si esto sucediera, digo, si esto sucediera
tú, corazón mío, envíame un breve mensaje
para que pueda ir hacia él, y tomar sus manos,
y decirle: Acepta de mí toda la felicidad.
Entonces volveré la cabeza, y escucharé a un ave
cantar terriblemente lejos de las tierras perdidas.
e.e. cummings en "En época de lilas"
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