Una sencilla comida con queridos y entrañables amigos, con risas y lágrimas. Una tarde de teatro. Tomarme un buen vino que mi sobrino ha elegido, mientras él toca unas notas al piano para mí. Que él me pida ir a ver el partido de fútbol del lunes (Barça – Real Madrid) a cualquier bar, los dos en compañía. No me gusta el fútbol, pero si mi sobrino quiere que yo vaya con él a verlo, es un pequeño lujo. Será un buen rato. Que los amigos te llamen para darte las gracias, que te digan llámame para salir, que te consuelen cuando intuyen que estás pasando tiempos complicados…
Son esas pequeñas cosas… Tan grandes. Que hacen que el tiempo de hoy sea serenamente tranquilo y radiante. El alma apaciguada.
Por debajo de todo eso, subyace ese poso de tristeza por las causas perdidas, por las pequeñas y grandes injusticias, por las cosas que ya no serán, por las personas que ya no están, por las que estando no te ven…
Hoy, desde luego, doy gracias por las pequeñas cosas que me hacen respirar un aire un poco más tranquilo. En el fondo son las que tejen la vida.
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