¿Es sólo labio amado el de la boca esquiva?
¿Mueven más a deseo unos ojos que miren
los nuestros con ternura o esos otros que saben
prometer para luego mostrarse indiferentes?
Dafne huye de Apolo y sólo se le entrega
convertida en laurel. No es carne lo que ciñe
este dios en su abrazo sino ramas y hojas
y un débil tronco oscuro que el mito hace perennes.
Nunca lo deseado se alcanza. O de alcanzarse,
al punto se trasforma y aquello que creíamos
amar se antoja ajeno. Abrazamos a Dafne.
Amor nunca logrado como una luz pervive
que sin quemar alumbra y siendo nada es todo.
Mientras que el poseído, tras brillar un instante,
magnífico en su fuego, en la larga cadena
de los días se traba y se cae derribado
por todo lo que es mínimo. Él que no debiera
estar sujeto nunca a corrupción o muerte.
Abelardo Linares en "Mitos"
Magnífico
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