Solía soñar, con cierta frecuencia, que volaba. En circunstancias diversas. Con sensaciones distintas cada vez. Hacía ya tiempo que no soñaba en pleno vuelo.
Ayer volví a soñarlo. Volaba en la oscuridad. Apenas podía divisar nada. La negrura me envolvía, espesa. Casi podía tocarla. Mi empeño era poder ver, desde mi altura en vuelo, la superficie de la tierra, sus preciosos paisajes, sus colores, y hasta quería sentir sus aromas. Pero sobre todo, quería sentir la vida desde allí arriba, desde las tinieblas de mi vuelo. Sin embargo estaba como aislada. No veía, no sentía nada.De repente me envolvió una nube clara, como de niebla ligera, y me trajo algo de luz, escasa, pero empecé a percibir formas gradualmente. El cielo, por el que se supone que yo volaba seguía oscuro. Pero empecé a divisar, allá abajo, algunas montañas, lagos, paisajes. No los veía con claridad, era casi una intuición de que estaban allí. Llegué a darme cuenta de que un grueso cristal semiopaco separaba ambas esferas: la terrestre y la que yo transitaba. Por lo que mi visión era reducida.
Mi empeño era llegar a divisar, desde las alturas, a las personas. Me frotaba los ojos para ver si podía ver a alguien, pero no lo conseguí. Seguí volando sola, en completa oscuridad. Lágrimas.
Un par de noches antes me desperté envuelta en un espeso humo. No era un sueño. Alarma!
Monalisa
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