Se fue ayer, caminito abajo, Ana María Moix. Poeta catalana y la única mujer recogida en los "Nueve Novísimos".
Lo descubrí con la frente apoyada en el escaparate de la pastelería y en los ojos blancos, increíbles, le reconocí: Era Dios y estuve a punto de decírselo: Te ves más viejo desde la última vez. Pero me pareció tan triste que hice como si no le conociera.
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Me gustaría estar con todos en todas partes escuchando una bella melodía: que hay que vivir, amigos, que hay que vivir, aunque sea cierto que morimos en un banco del paseo una tarde de invierno, con el corazón encogido, intentando aprender a pronunciar la palabra amor.
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Partieron muchos barcos aquel año. En la playa quedaron algunos cascos de botella sin mensaje y un plano muy completo del lugar donde empieza la aventura. A golpes de ola fui recobrando la memoria y tuve ganas de llorar sobre la arena, como si en aquel último barco hubiera partido alguien muy importante para mí. Si hubiera nevado sobre la playa y me hubiera sido imposible regresar a las ciudades, sabría ahora por qué es temible el mar, y a quién pertenecía el pañuelo blanco que flotaba en los océanos cuando el trasatlántico entraba en aguas internacionales y alguien, en cubierta, me recordaba quizás en jazz-band.
Empecé a ver elefantes de color de rosa bailando sobre olas, como las pesadillas de los alcohólicos que tiemblan ante un vaso de cerveza y beben para ahogar sus penas. Y fue entonces cuando muy despacio caminé hacia la orilla y me alcanzó el mar.
Ana María Moix en "Baladas del dulce Jim"
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