SARABEL EN LA BIBLIOTECA
(UN VERMEER APÓCRIFO)
Quisiera saber qué piensas
cuando miras, sin mirar, el mundo.
Qué pasa por tu imaginación
cuando una partícula de polvo que flota en el aire
como un somnoliento copo de nieve
dibuja el recorrido de un pensamiento
vagabundo por tu mente.
Saber qué caminos al sol de abril recuerdas,
qué árboles en flor, qué trenes hacia dónde,
qué ventanas que jamás se cerraron.
He reconocido tu perfil,
tu rostro escondido entre los cabellos,
los ojos que sólo brillan
si un recuerdo los cruza de súbito,
tu mirada perdida en unos libros
que no lees, la tristeza en tus ojos
que no ven lo que anhelan,
pero más allá, mucho más allá de donde están;
los he visto: sentada en la biblioteca,
mirando al vacío –un vacío lleno
de imágenes soñadas-
eres como una imagen de Vermeer.
No una de aquellas que inventó Hans Anthonius van
Meegeren,
que engañaron a los críticos y a la policía. Tampoco
un auténtico Vermeer, es cierto: la biblioteca
está en Roma, no en Delft;
tras la ventana no está la plaza del Mercado,
sino el bullicio pueblerino del Trastevere; sobre la
mesa
no hay platos ni frutas derramadas, sino libros que
hablan
de cosas que no importan, o que no importan tanto
como las que siempre buscamos
y no están en parte alguna.
Cuando apoyas la mano en la cabeza,
¿para qué pensamientos buscas reposo,
para qué recuerdo, para qué esperanza?
Tampoco lees ninguna carta,
a no ser que descifres –y no es difícil-
la clara carta de amor que te envía mi mirada.
Y no incide sobre ti
la luz que entra por la ventana:
porque eres tú
quien da luz al mundo, y sentido, y vida.
Martín López-Vega en “Elegías romanas”
Qué extraordinario y bello!!! un saludo
ResponderEliminarMagnífico ese recorrido por algunos de los cuadros de Vermeer para construir un bello poema de amor. Un placer pasar por aquí.
ResponderEliminarUn abrazo.