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martes, 29 de marzo de 2011
Diamantes para la eternidad
Amanece como si de las sombras
salobres un pavo real abriera lentamente su plumaje
y el firmamento de pronto de oro y púrpura se desvaneciera sobre nosotros
que sólo podemos arrodillarnos ante esa gloria.
Cuanto soy –como el fuego sujeta los ojos-
se funde con Istambul con todo
lo que ha sido lo que hemos leído lo que presentimos
con el esplendor de la ciudad que se abre al día
con tal belleza que ella misma se asombra
de su hermosura y en esa luz parece caer a sus propios pies rendida
entregada.
José Mª Álvarez en "Los obscuros leopardos de la luna"
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Preciosos versos. Es cierto que es difícil de olvidar el olor de la persona amada, a veces imposible, es un olor que se impregna por dentro y se queda por mucho tiempo. Un abrazo
ResponderEliminarIstambul es desde luego de las ciudades que pueden asombrarse de su propia belleza.
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