Llega,
de nuevo, a mis manos el libro “Cecilia y otros poemas” de Antonio Gamoneda. Así,
sin buscarlo, como si fuese empeño del libro, como si él me buscase a mí. Y
sigue siendo el deslumbramiento como la primera vez. Porque cada vez es la
primera.
YO
ESTARÉ en tu pensamiento, no seré más que una sombra imprecisa;
habré
existido en un instante en que la alegría y la piedad ardían en tus ojos.
Pero
también quiero permanecer desconocido en ti.
Desconocido.
Simplemente envuelto en tu felicidad.
Tú
distraída en tu luz y yo apenas viviente en ella, y así, imperceptiblemente
amado, esperar la desaparición.
Aunque
quizá estamos ya separados por un hilo de sombra y cada uno está en su propia
luz
y
la mía es la que tú vas abandonando.
* * *
(…)
Y
de pronto te das cuenta de que huele mucho
a
ella misma y a mujer y a algo
desconocido
aún, y lo respiras.
Entonces
los dos os sentáis en la tierra
y
pones la cabeza en su pecho
y
la oyes vivir.
Te
sentirás seguro en el mundo.
Habrás
sabido que no hay soledad pero que hay
algo
más fuerte y más útil y hermoso.
Conocerás
el destino
y
crecerá tu paz al acercarse la noche
y
al ir sabiendo que la vida es
una
inmensa, profunda compañía.
Cierto. Parece que hay libros que se empeñan en ser leídos. Por voluntad propia llegan a nuestras manos en el momento oportuno.
ResponderEliminarUn saludo