"Júpiter y Tetis" de Ingres
(…) No olvidaré nunca la admirable, la turbadora
imagen que componían los brazos de mujer ciertas tardes parisinas en la estación
del Este. No era el rostro, sino los brazos, los que tenían en la atmósfera, ya
entonces enrarecida y falsa, ese acento único. El brazo de aquellas que aman
verdaderamente, que lo perderían todo; ese brazo de la Tetis de Ingres, ese
brazo creado para retener y mecer, ese brazo que torna la laxitud del codo tan
conmovedora y ligeramente inquietante, que le permite encorvarse un poco hacia
atrás (la posibilidad de un gesto así llega a ser trágica). Toda la mujer, todo
lo que en sus formas de sentir no se encuentra alienado irremediablemente, se
transfigura en el lujurioso y pródigo movimiento de ese brazo, movimiento del
que acabo de recordar el extraño límite que le ha sido señalado, como para dar
a entender que corre el peligro de dislocarse si se rebela. Todo esto es
desafiado, ridiculizado y negado al máximo por la máquina de la guerra, de la
excitación psíquica en la que ninguna
mujer rectamente amenazada su vida o la de los suyos. Me he quedado siempre
estupefacto de que su voz no se hiciera escuchar, de que no intentara sacar
todo el partido posible, el inmenso partido,
de los dos irresistibles e inapreciables acentos que le han sido otorgados; uno para dirigirse
al hombre en el amor, otro para atraer hacia ella la entera confianza del niño.
¡Qué prestigio, qué porvenir no hubiera tenido el grito de la mujer, ese grito
en potencia, si en el curso de estos últimos años hubiera podido emitirse sobre
todo en Alemania, ese grito de repulsa y alarma que por un maleficio, como en
un sueño, tantas veces no consiguen que supere la virtualidad y que por
imposible hubiera sido lo bastante fuerte para que no lograran sofocarlo! Después
de tantas “santas” y heroínas nacionales que atizan la combatividad de uno y
otro bando, ¿cuándo una mujer, sencillamente mujer, realizará el milagro muy
diferente de extender los brazos entre los que van a combatir para decirles:
sois hermanos? ¡Es necesario que el yugo aplaste a la mujer para que en
semejante situación no perciba alguna posibilidad de representar su papel, para
que abdique irremisiblemente ante las fuerzas que le son manifiestamente
contrarias! Es tan aguda esta crisis que, que por mi parte no encuentro más que
una solución: ha llegado el momento de revalorizar las ideas femeninas a
expensas de las masculinas, cuya derrota se consuma actualmente en forma
bastante tumultuosa. Aunque no fuera más que como protesta contra esta
escandalosa situación, es al artista, en particular, a quien le corresponde
implantar hasta el máximo todo aquello que se desprende del sistema femenino
del mundo en oposición al sistema masculino, extraer sus materiales
exclusivamente de las facultades de la mujer, realzar, y mejor aún, apropiarse hasta hacerlo celosamente suyo
todo lo que la distingue del hombre en relación con las formas de juzgar y
querer.
André
Breton en “Arcane 17”. Escrito en 1944
Bretón!! Al principio le tenía un poco de tirria. Siempre fui daliniano antes que bretoniano. No soportaba que este "intelectual" menospreciara al genio de Cadaqués. Luego, cuando me leí "El Manifiesto Surrealista" dejé de pensar en Bretón como un antidaliniano y llegué a la conclusión que realmente era Dalí quien se separó del ideal surrealista. Me encanta el surrealismo de la primera etapa de Dalí, me fascinan los cuadros oníricos de Tanguy y las inquietantes pinturas de Magritte. Joé, que rollo te estoy metiendo. Realmente, ¿a quién le interesan mis gustos? Seré tonto-baba.
ResponderEliminarPor cierto, Tetis es un satélite de Júpiter
ResponderEliminar¿Y qué, tonto-baba?