Las
cinco y media de la mañana. Suena el despertador.
Me
levanto, me quito el vestido, lo pongo sobre la almohada, me pongo el pijama,
voy a la cocina, me meto en la bañera, cojo la toalla, me lavo la cara con
ella, cojo el peine, me seco con él, cojo el cepillo de dientes, me peino con
él, cojo la esponja del baño, me cepillo los dientes con ella. Luego voy al
cuarto de baño, me como una rebanada de té y bebo una taza de pan.
Me
quito el reloj de pulsera y los anillos.
Me
quito los zapatos.
Me
dirijo a la escalera y abro la puerta del apartamento.
Cojo
el ascensor del quinto piso hasta el primero.
Luego
subo nueve peldaños y estoy en la calle. En la tienda de ultramarinos me compro
un periódico, luego camino hasta la parada de tranvía y me compro unos bollos,
y al llegar al quiosco de periódicos me subo al tranvía.
Me
bajo tres paradas antes de subir.
Le
devuelvo el saludo al portero, que me saluda luego y piensa que otra vez es
lunes y otra vez se ha acabado la semana.
Entro
en la oficina, digo adiós, cuelgo mi chaqueta en el escritorio, me siento en el
perchero y empiezo a trabajar. Trabajo ocho horas.
Herta
Müller en “En Tierras Bajas”
Queti, de quién es el cuadro?
ResponderEliminarOye, no me digas que vas a cortar ahora los cuadro de Rothko?
Estaba esperando la traca final.
Un besote.
Esperaba que alguien me dijese de quién es el cuadro. Lo vi hace tiempo y me gustó, pero no he podido averiguar de quién es. Pensé que a este escrito le iba como anillo al dedo.
EliminarY no, no voy a interrumpir la serie de Rothko, sigo con ella